Para el monje es vida contemplativa aquélla en la que se da prioridad y preferencia al ejercicio de la oración.
La oración, porque es el modo más adecuado de llegar al conocimiento y a la unión con Dios.
Un conocimiento en fe y por obra del amor, con todo el fervor de una vivísima esperanza.
El ideal monástico está, pues, en la búsqueda de Dios y de solo Dios. Directamente. A Dios en sí mismo y por Cristo Jesús, que es el mediador entre Dios y los hombres.
Un ideal puro de vida cristiana. Esto se llama vivir hondamente el propio bautismo.
Por tres veces lo dice san Benito: “Nada anteponer al amor de Cristo” (Reg. cap. IV). “Los que nada estiman tanto como Cristo” (cap. V). “Nada absolutamente prefiera a Cristo” (cap. LXXII). La vida de todos los cristianos debe afirmarse en Cristo Jesús. Es cristiano quien vive en Cristo. Quien ha llegado a convencerse de que Cristo es su vida. Pero ese apoyo debe ser aún más necesario, diríamos que más exigente y total, más exclusivo, para un alma contemplativa. Su relación se hace muy personal, muy directa, íntima. Cristo está ante él en todos los actos, en todos los momentos de su vida. Y en el cumplimiento total de su santa voluntad. El monje sigue a Cristo en su obediencia. |
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